TAPAR EL SOL CON UN DEDO… MERCANTILISTA

bird s eye view photo of body of water
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“Demandamos que ustedes tengan el agrado de hacer una ley que ordene el cierre de todas las ventanas, tragaluces, pantallas, contraventanas, póstigos, cortinas, cuarterones, claraboyas, persianas, en una palabra, de todas las aberturas, huecos, hendiduras y fisuras por las que la luz del sol tiene la costumbre de penetrar en las casas (…)”.

Bastiat, Petición (1845)

A menudo el liberalismo clásico se confunde enmarañado entre teorías seudoliberales. Estas fachadas han engañado a más de una persona. Ya lo ha dicho mejor que yo el brillante Alfredo Bullard en su artículo titulado “El discreto encanto de los antiliberales”. Al liberalismo económico se le viven imputando teorías extrañas y bizarras que buscan confundirlo con otros pensamientos, como el conservadurismo, el mercantilismo o el utilitarismo.

Por ejemplo, una de las más espeluznantes falacias sobre el liberalismo es la problemática (ya recurrente) que busca poner trabas a las compras por Internet. Esto no es una lucha entre capital ytrabajo. Tampoco tiene que ver con (anti)capitalismo ni con la creación de empleos. Es la manifestación de uno de los más antiguos enemigos del libre comercio y de la libertad económica: el proteccionismo mercantilista.

Los dinosaurios mercantilistas siempre andan a la búsqueda de devorar a la competencia. Sus modelos paleolíticos de negocios se ven amenazados por el comercio digital. Buscan mantener y preservar sus privilegios, sacrificando eficiencia— sobre todo, destruyendo el excedente del bienestar del consumidor.

Existen muchos ejemplos más. Taxistas – con carros que no son aptos para circular – pataleando contra plataformas digitales. Carropúblicosy guagüerosque piden indemnización por el teleférico y el metro. Pero no se limita a la economía popular. Pasa también con grandes empresarios e industriales. Crujen los dientes ante la pesadilla de la libre y leal competencia.

Hay gremios empresariales y sindicatos de trabajadores que son como los teólogos de Jorge Luis Borges. Ni siquiera con anteojos Dios podría distinguir a unos de los otros.  En el fondo son lo mismo.

El mercantilismo es una plaga. Es incompatible con la libertad. Bien decía Borges que “las herejías que debemos temer son las que pueden confundirse con la ortodoxia”.

El periódico británico The Economist surgió en 1843 como bastión de la lucha para la derogación de unos aranceles sobre la importación de granos (Corn Laws), que buscaban favorecer la producción británica contra la competencia de granos extranjeros más baratos. Desde su inicio, el periódico tomó una posición contra el proteccionismo anatema.

En 1845, el liberal francés Frédéric Bastiat inmortalizó la mejor sátira del proteccionismo. En su escrito titulado “Petición de los fabricantes de candelas, velas, lámparas, candeleros, faroles, apagavelas, apagadores y productores de sebo, aceite, resina, alcohol y generalmente de todo lo que concierne al alumbrado”, los representantes de los antedichos oficios elevan una solicitud a la cámara de diputados con el objetivo de buscar la protección contra uno de sus competidores.

La petición dice: “[n]osotros sufrimos la intolerable competencia de un rival extranjero colocado, por lo que parece, en unas condiciones tan superiores a las nuestras en la producción de la luz que inunda nuestro mercado nacional a un precio fabulosamente reducido; porque, inmediatamente después de que él sale, nuestras ventas cesan, todos los consumidores se vuelven a él y una rama de la industria francesa, cuyas ramificaciones son innumerables, es colocada de golpe en el estancamiento más completo”.

Este rival era el sol.

¡Pero no se puede tapar el sol con un dedo!

 

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